¿Cómo vemos al Señor? Quizás es un tema bastante reiterativo y poco original, sabiendo que muchos se han hecho la misma pregunta.
“Mirad al Señor…“, nos dijo Juan Pablo II en su visita a un Chile dividido por la dictadura de Pinochet. Nos invitó a mirarlo sin miedo, sin culpas, mirarlo a la cara con ojos de hijo y él nos devolvería la mirada con ojos de padre. Pero la pregunta queda planteada de otra forma… ¿Cómo nosotros vemos al Señor?
El fanático lo mira como un castigador, como un ser que el día menos pensado bajara de su trono celestial y con sus poderes hará desaparecer todo lo que haya en la superficie para así formar una nueva civilización libre de envidias y pecados. Yo les digo que, hasta el mejor artista de todos los tiempos, puede tener errores en sus creaciones y que la sociedad, en su conjunto, no es la creación más perfecta de este gran arquitecto universal.
Por más maravillosa que me parezca la visión del fanático religioso, si en verdad Dios hiciera el favor de eliminarnos a todos, él cometería los mismos errores del pasado y esta nueva sociedad sea aun peor que la anterior. Y serian estos mismos fanáticos en recriminar por qué el mundo está como esta, porque siguen habiendo tantas guerras como antes, el porqué de la hambruna en África, el porqué de tanta pequeñez en nosotros y así un largo etc.
Algunos sacerdotes tercos están empecinados en creer que el matrimonio es para siempre, en que el sexo es solo para procrear, en que homosexualismo es una enfermedad casi venérea tanto o más grave que el VIH… y una sarta de tonteras para justificar que eso no fue lo que Dios quería para nosotros.
Quizás, a lo mejor ese fue el deseo de Dios.
Y en el fondo, está bien que los curas crean eso y que defiendan su postura, la cual respeto (pero no respeto a esa persona que cambia su opinión con la facilidad de cambiarse una camisa, pero eso es harina de otro costal).
¿Y cómo yo veo a Dios? No como un hombre santo como dice Juan Pablo, porque esa misma mirada aleja. Yo lo miro y veo solo a un ser semejante a mí, o a quien este leyendo esto. Él es un cercano, un amigo invisible que habla poco, pero sin embargo es un buen oyente más que un buen consejero. Que fue capaz de enviar a su hijo, su viva imagen a vivir y morir por esa sociedad que no merecía nada.
Mi visión es la de un cristiano católico que se alejó de las grandes catedrales, de la opulencia de sus representantes en la tierra, de la pequeñez de esos ultra fanáticos. Mi visión es la visión del ciudadano a pie, creyente de que existe algo más allá de la vida, de que después de muerto pasamos a un nivel superior en este gran juego de video llamado VIDA.